El dolor lumbar crónico se define como un dolor en la parte baja de la espalda de 12 semanas o más de duración. Si el dolor se irradia a la pierna, se denomina lumbociática.

Tres meses es mucho tiempo, especialmente si te duele la espalda.

También un dolor recurrente puede tener las mismas implicaciones y consecuencias de un dolor crónico.

Si has llegado hasta aquí porque sufres de dolor lumbar crónico o recurrente, es más que probable que ya hayas buscado ayuda en varias ocasiones, que ya hayas leído o escuchado consejos y sugerencias, que ya se hayan descartado patologías severas que requieran un tratamiento específico. Lo que escribo es mi opinión al respeto, sin la pretensión que sea «la» verdad, y sin querer provocar polémica ni causar confusión.

Una vez más, vuelvo a mi definición favorita de dolor: «el dolor nos dice que estamos haciendo algo de una forma que ya no funciona para nosotros». En caso de dolor lumbar crónico o recurrente, el cuerpo nos pide que reconsideremos, y posiblemente cambiemos, nuestros hábitos posturales y de movimiento. Si has entendido el mensaje de tu cuerpo, ya has hecho un gran paso hacia tu recuperación.

Plantearse un cambio no siempre es fácil, sobre todo si se trata de un cambio que no estaba previsto. Sin embargo la vida, desde su comienzo, es cambio. La resistencia al cambio es comprensible, especialmente si vemos el cambio como una desventaja. También el cambio hacia una situación mejor puede costarnos, especialmente cuando se trata de cambiar nuestros hábitos, nuestras rutinas, salir de nuestra zona de confort. Pero es posible.

Cierto es que, a la hora de decidir qué cambios poner en marcha, vale la pena elegirlos con criterio.

Creencia nº1: fortalecer la espalda

A pesar de la creencia común (también de muchos terapeutas), querer solucionar el dolor lumbar fortaleciendo una musculatura paravertebral supuestamente «débil» corresponde a una visión muy mecánica y muy local del problema.
Mejorar la flexibilidad es, en mi opinión, mucho más importante.

Una analogía taoísta dice que un gran árbol puede parecer mas fuerte que un tallo de hierba, pero un huracán puede desarraigar el árbol, mientras que el tallo de hierba solo se flexiona con el viento.

La flexibilidad (y no solo de la espalda) proporciona mayor amplitud de movimiento y nos ofrece más adaptabilidad y más opciones de respuesta, tanto en lo físico como en lo mental. El yoga, el método Pilates, la mayoría de las artes marciales, el tai chi y la danza del vientre ayudan a mejorar y mantener la flexibilidad: ofrecen a nuestro sistema fluidez y soltura como alternativa a la rigidez y al bloqueo.

Creencia nº2: fortalecer los abdominales

La idea es buena, aunque no siempre se lleva a la práctica de la forma más útil: se trata de ofrecer más estabilidad a nuestro centro, lo que en inglés se llama «core». De los músculos de la pared abdominal, solo el más profundo, el transverso del abdomen, tiene conexión directa con la columna vertebral, actuando con su tono como nuestro «corsé» natural.

Trabajar mucho (o solo) los rectos abdominales puede proporcionar una estupenda «tableta de chocolate» sin ayudar a mejorar el soporte de la zona central del cuerpo. La estabilidad de nuestro «centro» depende también del buen funcionamiento de otras estructuras, especialmente el diafragma y el suelo pélvico.

Trabajar de forma aislada hasta el más útil de nuestros músculos abdominales no ayudará nuestro cuerpo a funcionar en armonía.

Creencia nº3: llevar una faja abdominal

El uso de una faja, corsé o cinturón lumbar proporciona una sensación de estabilidad y de soporte que puede ser de ayuda en la fase aguda del dolor. Sin embargo, igual que una muleta, evita e impide que volvamos a confiar en nuestra propia estabilidad.

Como explicado arriba, tenemos por naturaleza un corsé interno: si sustituimos el soporte interno con uno externo, perdemos la información propioceptiva (de la posición de nuestra columna, de la curvatura lumbar y del tono abdominal) que es indispensable para una acción motora saludable.

Propuesta: plantéate empezar una actividad física, o modificar la que practicas actualmente. Es indudable que la vida sedentaria no es beneficiosa. Nuestro cuerpo no es muy diferente del de nuestros ancestros de hace 40.000 años atrás, sin embargo en los últimos dos siglos nuestra manera de usarlo ha cambiado radicalmente.

El movimiento es indispensable: movernos bien lo es aún más. Cualquier tipo de actividad física practicada sin conciencia corporal, sin atención, sin escucha y sin placer puede ser tan perjudicial como una vida sedentaria.

Si decides empezar una actividad física, procura elegir algo que te guste y alguien que te acompañe y te asesore de manera competente, por lo menos al principio.

Polémica: higiene postural y ergonomía

El uso del cuerpo en las actividades de la vida diaria es probablemente más relevente para el bienestar que cualquier programa de actividad física. Existe una enorme cantidad de información acerca del tema; aún así, mi experiencia de cada día me impulsa a compartir sugerencias y consejos para mejorar la forma en que estamos sentados, caminamos, nos movemos y respiramos.

Será el objeto de las próximas entradas.